domingo, 26 de diciembre de 2010

Rabas y helado de limón

Un pedazo de pan dulce, un poco de harina y agua, un vaso de vino barato, pommery en un descapotable, gritos insoportables, ruidos, el exceso y la carencia en el mismo cuadro, la decencia y la mas diversa falta de valores, acá mismo, a la vuelta de la esquina, de tu esquina.

Una taza de café con 40 grados, un helado de limón sobre una porción de rabas, y vos ahi mirándolo todo, as always.

Parece que no se puede todo, parece que no parece lo que parece, las entidades se desdibujan y tus manos de pronto te llaman la atención, los colores claros son más claros y todo resulta calmo en esta noche de verano. Que buen faso, pensás. Se te dibuja una sonrisa, el helado de limón ya no importa, la carencia de valores es sólo un concepto lejano. Y el colectivero te mira como todos los jueves antes de que el transa te reciba amablemente como si fueras el hijo pródigo, preguntándote como va todo mientras le devolvés esa sonrisa idiota.

El pibito sube en la parada siguiente a la tuya, te mira y te dice algo que no llegás a registrar mientras se sienta al lado, pasó sin pagar pensás, y saludó al colectivero que lo conoce, y que también conoce el arma en la cintura, y la cadencia inconfundible del "como andas amigo, voy tranca amigo, bajo donde voy siempre".

Sentís la frenada, no te importa, por algún motivo no te importa, se escucha que alguien dice "policía", de pronto ves al pibito sacar el arma y le decís que se calme que si arma bondi la yuta se va a poner la gorra y van empezar a llover corchazos.

Un pedazo de pan dulce, un poco de harina y agua, un pommery, pensás, que ridículo éste mundo, ésta noche que va quedar en la historia que nadie va a escribir, que será una crónica policial, que vas a ser un número, que ya no te importa el cohetazo que te puso este pibe que seguro no tiene ni destino ni pasado, que la sangre es moneda corriente. Lo último que mirás son las botas de los policias, que gritan pidiendo una ambulancia mientras te miran a la cara con sorpresa, con una urgencia anómala para un jueves de este mes. Porque hoy no vas a llegar a la villa, no vas a bajar en la parada que es el principio del camino de migas hasta la puerta del transa, el mismo que te vende merca, el mismo que le vende porquerias al que te disparó, que está acostado al lado tuyo, que está mas solo que nunca, igual que vos, y te das cuenta que a la vuelta de la esquina un balazo es de pronto una verdad enorme. Y ya no importa nada.

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