viernes, 3 de diciembre de 2010

Recomedaciones para un prototipo de ciego por elección


Te escapás despegándote como de un pegajoso eco, huyendo incesantemente de aquellas voces que vos mismo alimentaste con alimento balanceado para fantasmas, preparado por vos.

Te quejás de la sangre en la nariz, y no te diste cuenta de que el cuchillo lo fuiste metiendo despacio, hasta trepanarte, y bueno, todo llega con el debido esfuerzo.

Te matás cada mañana con esos pensamientos que te hunden en tu propia calamidad, y te decís inteligente.

Te alimentás como un pájaro moribundo, luego tenés hambre, y comés como el cerdo que sabe que no habrá próxima comida.

Hoy sos un desparpajo de lo que quisiste ser, porque no llegaste ni a la mitad de tus sueños, fuiste el mentor de tu destrucción y aun así te das el lujo de criticar, de decirles a los otros sus aparentes errores, y lanzás pequeñas esquirlas de la granada que te explotó hace rato en las manos, y duele, como duele... pero algo hay que hacer con esas putas esquirlas, tirarlas es quitarles dignidad, mejor que lastimen a los demas, a esos "infelices que nada saben". ¿No?

Y vas de shopping y mirás desde un piso cuarenta a esos chicos que piden, asimilando los escalones mágicos que supiste inventar, y el pobre chico se alimenta de lo que expelés, que al fin de cuentas es miedo y resignación, con el disfraz mediocre de tus modales bien aprendidos, porque si hay algo que te caracteriza es que nunca estas sólo, siempre te rodean, siempre se rodean, siempre nos rodean, y de pronto, te encontrás mirándote al espejo y desconocés al que está en el reflejo, y ese desconocido de buenas a primeras se encuentra solo, con su abdomen de falsa prosperidad, con la cara cansada de falsas alegrías...

Estás a tiempo de corregir tus males, y lo paradójico es que la simpleza de la solución puede ser de una complicación extrema en tus condiciones, y bueno, la ceguera que se entrena no se quita fácil...

Te propongo que te quites la ropa, te mires al espejo detenidamente por media hora, el pelo, la frente, las manos, que te mires profundamente y trates de recordar el rostro que tuviste hace veinte años, que trates de recordar las últimas lágrimas que dejaste salir, que recuerdes a esa persona que quisiste tanto.

Y que finalmente, te preguntes “Por qué”.

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